miércoles, 29 de febrero de 2012

TEMA 01: DIVERSIDAD CULTURAL EN EL MUNDO

La cultura, en su rica diversidad, posee un valor intrínseco tanto para el desarrollo como para la cohesión social y la paz.
La diversidad cultural es una fuerza motriz del desarrollo, no sólo en lo que respecta al crecimiento económico, sino como medio de tener una vida intelectual, afectiva, moral y espiritual más enriquecedora. Esta diversidad es un componente indispensable para reducir la pobreza y alcanzar la meta del desarrollo sostenible, gracias, entre otros, al dispositivo normativo, hoy día ya completo, elaborado en el ámbito cultural.
Simultáneamente, el reconocimiento de la diversidad cultural – mediante una utilización innovadora de los medios y de los TIC en particular – lleva al diálogo entre civilizaciones y culturas, al respeto y a la comprensión mutua.
Por consiguiente, el fomento de la diversidad cultural – "patrimonio cultural de la humanidad" (Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, 2001) y su corolario, el diálogo, constituye un verdadero reto en el mundo de hoy y se sitúa en el núcleo mismo del mandato de la UNESCO.
http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=34321&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

Informe Mundial sobre la diversidad cultural
http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=35396&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
http://www.psicologiacientifica.com/bv/psicologia-164-1-diversidad-cultural-una-oportunidad-y-un-desafio-para-la-con.html#




PERU: IDENTIDAD, NACIÓN Y DIVERSIDAD CULTURAL


1. Diversidad cultural y globalización

Basta prender la radio o mirar la televisión o pararse frente a un kiosko de revistas y periódicos para darse cuenta de la multitud de conflictos religiosos, lingüísticos, raciales o nacionales que conmocionan amplias zonas del planeta. En otras palabras, conflictos en los cuales la cultura (lengua, religión, modos de vida) y la historia (tradiciones nacionales o étnicas) juegan un papel fundamental.

Estos conflictos tienen lugar en países que nos suenan lejanos como Afganistán, Rwanda o Somalía, pero también otros ubicados en pleno corazón de Europa como Rusia, la ex - Yugoeslavia e incluso España, donde los extremistas vascos de la ETA continúan ensangrentando el país, o hasta hace muy poco Irlanda del Norte, parte de la muy civilizada Gran Bretaña.

Por eso, si durante buena parte del S.XX, el mundo se vio envuelto en sangrientos conflictos ideológicos que pusieron alguna vez al planeta al borde de su destrucción atómica, algunos anuncian que el S.XXI estará marcado por conflictos culturales, por lo que, Huntington llama "el choque de las civilizaciones", y cuando dice civilizaciones, podemos entender culturas. (…)

Además, hasta hace algunas décadas se creía que país desarrollado era sinónimo de país occidental y cristiano; que para desarrollarse los pueblos tenían que olvidar sus tradiciones y volverse modernos. Tradición y modernidad se entendían como dos polos excluyentes; y el desarrollo como un proceso de modernización homogenizadora. Conservadores, nacionalistas y revolucionarios compartían el mismo criterio, aunque para cada uno de ellos el final de la película fuera diferente. Para unos, al final todos compartiríamos el "modo de vida americano". Para los nacionalistas y populistas, al final todos seríamos uniformemente mestizos y castellanohablantes. Para los revolucionarios, todos pasaríamos por un proceso de proletarización para llegar a alcanzar el ideal del hombre nuevo proletario.

Hoy, por el contrario, se reconoce:

  1. Que hay diversos caminos a la modernidad y al desarrollo, que el proceso no es necesariamente único, lineal, ni conduce necesariamente a la uniformización.
  2. Que no hay oposición tajante y excluyente entre tradición y modernidad. Más bien las tradiciones, o al menos algunas, pueden ser útiles para el desarrollo, pueden constituir un activo y no un pasivo en los esfuerzos por incorporarse ventajosamente en el mundo global. A partir de estos dos primeros puntos, se reconoce también:
  3. Que el desarrollo no se mide sólo por indicadores macroeconómicos como producto bruto interno (PBI) o ingreso per cápita, sino que implica también factores de calidad de vida, social y cultural. Comienza a reconocerse, por tanto, el papel de las diferentes culturas en el desarrollo. Más aún, la necesidad de imaginar un desarrollo que posibilite el florecimiento de la diversidad cultural, como afirma un reciente informe de la UNESCO, titulado Nuestra diversidad creativa.

Estos cambios tienen que ver con el nuevo fenómeno de la globalización, o mundialización. En sentido estricto, podríamos decir que la globalización se remonta a tiempos muy antiguos, desde que Colón llega a América y Magallanes da la vuelta al mundo, o desde la expansión imperialista del capitalismo, especialmente a partir del S.XIX. Pero en estas últimas décadas se producen un conjunto de transformaciones que dan origen al fenómeno que hoy se conoce como globalización. Una de las caras de esa globalización es efectivamente la homogenización, e incluso la uniformización: en todos los rincones del planeta se consumen Coca-Cola, Mac Donalds y las canciones de MTV. Pero la otra cara de esa misma moneda es la fragmentación, o al menos el fortalecimiento de identidades locales.

En efecto, no todos se 'aculturan' o no lo hacen totalmente. Por el contrario, conforme se intensifican los contactos entre pueblos y culturas diferentes se intensifica también el deseo de esos pueblos de reafirmar sus identidades propias. Esto sucede porque cualquier identidad colectiva, cualquier Nosotros, se define en contraste con los Otros, con los diferentes. Por tanto, conforme se intensifican los contactos con esos otros diferentes, surge la necesidad o al menos la posibilidad de fortalecer ese Nosotros. Así tenemos por ejemplo a los migrantes peruanos en EEUU o en España, que son los que más extrañan la comida y la música peruana, los que con más devoción sacan las imágenes del Señor de los Milagros o del Señor de QoyllurRit'i en procesión por las calles de Madrid o Nueva York. Llevada al extremo, esta tendencia a fortalecer la identidad propia en contraste con las diferentes puede desembocar en la xenofobia o en las denominadas "limpiezas étnicas" que hemos visto en tiempos recientes en diferentes partes del mundo.

Existen, por cierto, otras posibilidades. Siempre está abierta la vía de la aculturación, de olvidar la cultura propia y asimilarse a la hegemónica. Los ejemplos de peruanos en el extranjero que ya no quieren o no pueden hablar castellano; o de migrantes quechuas o aymaras en Lima que no quieren o incluso tienen vergüenza de hablar su propio idioma, son también numerosos.

Lo cierto es que la globalización abre diferentes posibilidades: puede llevar a la uniformización o al florecimiento de la diversidad cultural. ¿Cuál es la mejor opción para el Perú en el S.XXI?

2. La diversidad cultural en el Perú.

Somos un país diverso y nos cuesta reconocerlo. Somos uno de los países más grandes del mundo. Ocupamos el19 lugar en extensión entre el conjunto de casi 200 países. Si preguntamos a jóvenes estudiantes por el lugar que ocupa el Perú por el tamaño de su territorio, pocos aciertan, no sólo por ignorancia sino por baja autoestima, pocos creerían que estamos entre los 20 países más grandes del mundo. (…)

Muchos de nosotros mismos, si bien reconocemos la diversidad cultural, étnica y racial porque nos la cruzamos en las calles, o en nuestra propia casa, o en nuestro propio cuerpo, tenemos dificultades para aceptarla como algo positivo. Nos es difícil estar cómodos mirándonos al espejo y aceptando la imagen cultural y racial mente diversa que el espejo nos devuelve. Cuando la aceptamos, la diversidad aparece casi como un castigo. Por lo menos hasta hace una generación, era frecuente escuchar esta queja: "¿por qué no nos conquistaron los ingleses? En ella se traslucía una crítica a los españoles, considerados flojos y abusivos, pero también la oculta creencia de que los ingleses hubieran exterminado a los indios. Porque no hay que olvidar que los pueblos quechuas, aymaras y amazónicos, denominados indios, indígenas o aborígenes, han sido y en cierta medida siguen siendo, junto a los afroperuanos, la parte negada o vergonzante de nuestra diversidad étnica y cultural.

No es de extrañar, entonces, que hacia 1900 un diputado por Puno presentara un proyecto de ley para el exterminio de la raza aborigen. Todavía en la década de 1930, el filósofo y pedagogo Alejandro O. Deustua, criticaba que se invierta dinero en la educación indígena, porque:

"El Perú debe su desgracia a esa raza indígena, que en su disolución psíquica no ha podido transmitir al mestizaje las virtudes de las razas en períodos de progreso...EI indio no es ni puede ser sino una máquina" (Citado en: Degregori 1979).

Los tiempos han cambiado, mucha agua ha corrido bajo los puentes, los pueblos indígenas se han liberado de la servidumbre, muchos han migrado a las ciudades, han ganado el derecho al voto y nadie se atrevería a repetir las palabras de Deustua. Sin embargo, aún hoy es difícil que aceptemos nuestra diversidad cultural como un activo, más allá del folklore y del turismo.

¿Por qué esa dificultad para reconocer algo que es tan importante como el nombre y el apellido? A mi entender, además del ya mencionado paradigma uniformizador que hasta hace pocas décadas dominaba las concepciones sobre desarrollo y ciudadanía, esta dificultad tiene que ver con la forma en que se construyó la nación peruana. Según Benedict Anderson, las naciones modernas son "comunidades imaginadas":

  1. Porque, a diferencia de las comunidades aldeanas, por ejemplo, no todos se conocen personalmente, pero se reconocen como miembros de un mismo Nosotros, de una misma comunidad.
  2. Porque en algún momento fueron imaginadas por alguien, generalmente por algún núcleo de intelectuales en el sentido amplio de la palabra, núcleo en el cual los maestros tienen con frecuencia gran importancia. Ese núcleo imagina el perfil de una nación todavía inexistente o en construcción, tiene un proyecto nacional.

Habría que añadir que el perfil de esas 'comunidades imaginadas' puede variar con el transcurso del tiempo, e incluso puede haber diferentes proyectos en competencia simultáneamente. Veamos cómo se construye la nación peruana a partir de este concepto de 'comunidad imaginada'.

3. Proyectos nacionales y diversidad cultural

a. El paradigma oligárquico excluyente.

El 28 de julio de 1821, en la proclamación de la independencia, San Martín afirmó con respecto a los pueblos indígenas: "de ahora en adelante los aborígenes no deberán ser llamados indios o nativos, ellos son hijos y ciudadanos del Perú y serán conocidos como peruanos".

Sin embargo, ni indígenas ni afroperuanos obtuvieron ese mínimo de ciudadanía que es el voto, pues el tributo indígena y la esclavitud continuaron hasta la década de 1850. Abolidos ambos, tampoco se cumplió 'la promesa de la vida peruana'. Los pueblos indígenas, que hasta la primera mitad del S.XX constituían la mayoría de la población, siguieron excluidos de la ciudadanía, a merced de poderes locales en cuya cúspide se ubicaban por lo general los grandes terratenientes, que se expanden con fuerza entre fines del S.XIX y principios del S.XX.

Tal como fue soñada por los criollos, la 'comunidad imaginada' llamada Perú incorporó desde muy temprano en su historia las glorias del Imperio Inca, pero negó tener algo que ver con los indios contemporáneos. Para efectos prácticos, la 'comunidad imaginada' se reducía en esos tiempos a varones, adultos, urbanos, criollos y mestizos hispanohablantes, educados (que sabían leer y escribir) y de buena posición económica. Esos eran los que tenían derecho al voto. Menos del 5% de los que actualmente lo tienen. No votaban las mujeres, ni los analfabetos, que eran la absoluta mayoría, sobre todo porque las lenguas andinas y amazónicas eran ágrafas. Existía además el 'voto censitario'. Es decir, sólo tenían derecho a voto los que tenían propiedades. El resto estaba excluido de la 'foto de familia'.

De esta forma, la nación peruana se construyó sobre bases muy frágiles, como una pirámide recostada sobre su vértice. Esa fue una de las causas principales de nuestra derrota en la Guerra del Pacífico. Y fue después de esa derrota que se intensificaron las críticas contra ese modelo excluyente de nación. González Prada está entre los primeros que rompen fuego contra él, cuando afirma, por ejemplo, que no forman el Perú únicamente aquellos que habitan la estrecha franja costera: "La nación está formada por las muchedumbres de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera"(8). En las siguientes décadas la crítica se masifica, especialmente desde las corrientes indigenistas, que rescatan e idealizan a los indios contemporáneos, especialmente a las comunidades indígenas. Hasta que el Estado comienza a cambiar, y otra 'comunidad imaginada' se vuelve predominante.

b. El paradigma populista, incluyente pero homogenizador.

Este cambio forma parte de un proceso 'nacionalista' o 'nacional popular' que abarca a toda América Latina y que en algunos países adquiere características revolucionarias como en México (1910) o Bolivia (1952). En el Perú es un proceso lento de transformaciones que se inicia en los primeros años del Oncenio de Leguía (19191930). Luego retrocede pero vuelve a retomarse desde mediados de siglo y especialmente a partir del primer gobierno de Fernando Belaúnde (1963-68), que incorpora al discurso oficial modernizador a las comunidades indígenas. Años después, Túpac Amaru II, el curaca rebelde ajusticiado en 1780 se convierte en uno de los íconos centrales del gobierno militar del Grl. Velasco (1968-75). En los años 80s es el turno de los migrantes andinos, que desarrollan en las ciudades la economía informal, exaltados como los "nuevo héroes" por el gobierno populista de Alan García

Por cierto que hoy el modelo populista está agotado, pero si ubicamos su surgimiento en su contexto histórico, veremos que jugó en muchos campos un papel progresivo, tanto por su oposición a la aristocracia terrateniente que ostentaba el poder en buena parte de América Latina, como por su contraposición a las teorías por entonces en boga, como el racismo científico; para no mencionar el nazismo y sus prácticas genocidas durante la Segunda Guerra Mundial.

En países como México Perú o Bolivia, donde los pueblos indígenas constituían un alto porcentaje de la población, los 'intelectuales orgánicos' del populismo, imaginaron una utopía irrealizable pero poderosa como mecanismo de construcción nacional: el mestizaje. En pleno auge de las teorías y prácticas racistas, Vasconcelos por ejemplo, ministro de Educación de la revolución mexicana, hablaba del mestizo como de la "raza cósmica" del futuro.

Por cierto que detrás del paradigma del mestizaje subyacía otro proyecto de dominación: la "integración nacional" o aculturación de los pueblos indígenas que, formulada burdamente, habría dicho: te doy derechos si te vuelves como yo. Un 'yo' por lo general blanco o mestizo, varón urbano de clase media. Los planes de integración nacional o de "integración de la población aborigen" tenían como herramientas centrales la escolarización masiva castellanizadora y el servicio militar obligatorio.

Pero en países como México o Bolivia, el populismo significó también para los pueblos indígenas conquistas importantes como el voto universal, tierra obtenida a través de las Reformas Agrarias, derecho a la sindicalización y la mencionada escolarización masiva, para mencionar sólo algunos puntos. En el caso peruano, primero fueron la escolarización y el servicio militar obligatorio. Luego vinieron los movimientos campesinos por tierra de la década de 1960 y la Reforma Agraria (1969-75). El derecho al voto se obtuvo tardíamente, recién en la Constitución de 1979. Tuvieron que pasar más de 150 años para que la proclama de San Martín se hiciera realidad.

A través de esas conquistas los diferentes pueblos que conformaban nuestro país, especialmente los indígenas, lograron pues acceso a una ciudadanía homogenizadora, que dejaba de lado la diversidad nacional, las lenguas, tradiciones, mitos, héroes y banderas de otros pueblos, especialmente indígenas.

4. Perspectivas futuras: la construcción de una nación pluricultural

Cuando los estados populistas y el paradigma de la "integración nacional" comenzaron a tocar sus límites en las décadas de 1970 y 1980, uno de los resultados posibles fue el surgimiento de movimientos étnicos, que reivindicaran el derecho a la diferencia y cuestionaran el carácter homogenizador de los Estados nacionales, proponiendo estados pluriculturales o plurinacionales. Eso es lo que pasó en Bolivia, con el surgimiento del movimiento katarista; en Ecuador, donde la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) ha logrado una presencia política importante. También en Guatemala, donde surge el denominado movimiento maya; y en México, donde el movimiento zapatista es sólo uno entre muchos otros que de maneran pacífica plantean su derecho a la diversidad. En el caso peruano no surgen estos movimientos, pero las reivindicaciones por diversidad cultural avanzan por otros caminos. Sin embargo, queda mucho por hacer.

El primer paso es asumir, reconocer y convertir en un activo la enorme heterogeneidad cultural del país. Aparte de este reconocimiento, menciono apenas cuatro ejes importantes para avanzar en la construcción de un país pluricultural.

a. Pobreza / Inequidad.

La reunión de gobernadores del BID de 1999 ha ratificado que el principal problema de América Latina es la pobreza y, más dramática aún, la inequidad. Esto tiene que ver, no exclusiva pero sí directamente con la diversidad cultural en tanto los pueblos indígenas siguen siendo tendencialmente los más pobres entre los pobres. Y esta situación económica lleva al empobrecimiento, y posible extinción de muchas manifestaciones culturales (tecnologías agropecuarias, fiestas, culinaria). Por ello la lucha contra la pobreza y la inequidad redundará en beneficio de la diversidad.



b. Decentralización, territorio, autonomía.

La decentralización trasciende también la diversidad cultural, pero la incluye directamente en tanto la diversidad se expresa también en las regiones. En todo caso, la decentralización del gasto, y sobre todo del poder, redundará favorablemente en los pueblos indígenas, todavía ubicados mayoritariamente en regiones periféricas, donde ni el Estado ni el mercado cumplen a cabalidad un papel dinamizador.

c. Protección ecológica y tecnológica.
Se ha hablado mucho ya sobre la relación entre pueblos indígenas y ecología. La protección del bosque amazónico y de toda una gama de ecosistemas frágiles, así como su explotación sostenible, están íntimamente vinculados a los saberes y formas de organización de los pueblos indígenas.

d. Fin de la discriminación cultural, el no reconocimiento y la exclusión.

Ubicamos adrede como último punto este que tiende a aparecer en primer plano. No por restarle importancia, sino para ubicarlo en una perspectiva más amplia. Constituye indudablemente el meollo del problema y el problema más difícil de resolver porque se enraíza en la vida cotidiana y en una historia de siglos de desprecio y exclusión. Me limito a mencionar algunas de las políticas que podrían ser importantes:

I. Educación bilingüe intercultural.

El término clave aquí es 'intercultural'. Puede la educación no ser necesariamente bilingüe. En regiones rurales o urbanas donde no se hablan idiomas indígenas, sería contraproducente obligar a los habitantes a aprenderlas, salvo aquellos que lo quieran hacer de manera voluntaria y/o por razones laborales. Pero la interculturalidad implica una educación al mismo tiempo respetuosa de las diferencias y que pone énfasis en los intercambios culturales, las fertilizaciones mutuas, las influencias, las hibrideces. Sus objetivos centrales son entonces:

  • Acabar con la educación homogenizadora / aculturadora, abrirse a la pluralidad, reconocer que las otras culturas 'no hegemónicas' tienen los mismos derechos, son parte y enriquecen el patrimonio cultural del país;
  • Evitar al mismo tiempo las polarizaciones inútiles, recalcando los puentes y las interrelaciones entre las diferentes culturas.

II. "Ceguera al color" y a las diferencias culturales en el mercado laboral.

Poco a poco se va ilegalizando en diferentes países la inclusión del requisito "buena presencia" para conseguir empleo. "Buena presencia" era un evidente eufemismo para no decir "blanco / a". Igualmente, es necesario promover mecanismos que eviten la discriminación por rasgos culturales como el acento / dialecto al hablar castellano, la región, el apellido y muchos otros.


III. Fin de la discriminación en los medios de comunicación

Si un extraterrestre captara únicamente las telenovelas peruanas o latinoamericanas, se haría la idea de un continente abrumadoramente blanco, posiblemente más blanco que los EEUU. Peor aún, cuando aparecen quechuas, aymaras, cholos, negros o habitantes rurales, es casi siempre para burlarse de ellos en los programas cómicos (junto a mujeres y homosexuales), o como víctimas en los reality shows, o en propagandas de productos "para los estratos C y D". En los programas culturales, siguen siendo con frecuencia el 'otro exótico', mistificado y desvirtuado, encasillado como producto turístico. Si bien hay programas, especialmente de radio, producidos para (y a veces por) sectores 'subalternos', la realidad sigue siendo abrumadoramente discriminadora. Sería inconcebible, por ejemplo, un programa titulado "La catalana Jacinta" o "La vasca Jacinta" en España, o "La negra Jacinta" en los EEUU. Primero, porque a ningún libretista se le ocurriría algo así. Y si se le ocurre, ningún canal de TV lo aceptaría. Y si lo acepta, ningún auspiciador pondría anuncios. Y si lo haría, miles de catalanes, vascos o negros según el caso, y no sólo ellos sino la mayoría de la población, protestaría.

IV. Promoción del respeto a las culturas indígenas, afroperuanas y una imagen positiva de todas en general.

Relacionado íntimamente a puntos anteriores como educación intercultural o medios de comunicación, está la tarea titánica de sacar del ghetto 'inferior' y/o exótico/ turístico a las culturas indígenas y afroperuanas, y sus diferentes manifestaciones, que continúan vigentes y son además un recurso para nuestro país en el mundo global: desde conocimientos tecnológicos, hasta formas de organización y manifestaciones de espiritualidad.

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